Muchas veces cuando hablamos de salud solo nos preocupamos de lo que vemos, se trate de nuestro aspecto físico o de las cosas que comemos (nos creemos que son sanas si se ven bien o están en buen estado). Pero como bien dice el dicho no es oro todo lo que reluce, vivimos en un entorno que condiciona nuestra salud y conocer de qué forma nos influye puede ayudarnos a mejorar nuestro hábitat y forma de vida.

Las causas de nuestras enfermedades suelen estar generalmente relacionadas con nuestro entorno, ya sea físico o psíquico. Siempre han existido energías positivas y negativas de carácter natural que nos afectan y hoy en día hay que sumar también las energías negativas que se deben al desarrollo tecnológico, llegando a vivir rodeados de una serie de peligros muchas veces imperceptibles.

La salud es algo tan frágil y complejo que debemos cuidarla a conciencia y no solo cuando estemos enfermos o en horas bajas, ya que en esos momentos no nos queda más remedio que acudir a los médicos y a los fármacos para recuperarnos.

A través de los años se creyó que la salud era “la ausencia de toda enfermedad”, pero esto ha cambiado y es la propia Organización Mundial de la Salud (OMS) la que la define como “un estado de bienestar tanto físico como psíquico y social”.

Por tanto, hay que tener en cuenta varios aspectos para mantener una vida completamente sana:
– La alimentación: juega un papel básico y fundamental que ya hemos comentado en varias ocasiones.
– El ejercicio: indispensable para compensar y llevar una vida equilibradamente activa.
– Actitud o predisposición mental: aunque no lo parezca nuestra actitud frente a las cosas suele tener más influencia de la que creemos. Está comprobado que las personas cuya actitud mental es positiva enferman menos, son menos vulnerables a virus y gripes pasajeras y se recuperan mas rápidamente y sin tantas complicaciones.