LAS TAPAS, UNA TRADICIÓN SALUDABLE Y VARIADA.

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Durante el Siglo de Oro era tradición cubrir las vasijas de barro que contenían vino en las tabernas para evitar que las moscas cayeran al líquido. Para ello se ponía encima una tapa sobre la que se disponían algunas menudencias con las que los clientes saciaban el hambre.

Con tal modesto origen era difícil pensar que las tapas se convertirían en uno de los artículos de moda dentro de la gastronomía y la alimentación actual. Y es que hoy en día pocos bares se resisten a la tentación de fundir la consumición con pequeños bocados más o menos artísticos que deleitan nuestros paladares y que resultan, además, muy atractivos a la vista.

Sin embargo en muchas ocasiones la excesiva elaboración de las tapas juega en su contra. Y es que existiendo una industria cárnica de gran calidad no es necesario disfrazar sabores y texturas detrás de una gran transformación. Pensemos por ejemplo en una de las tapas más conocidas y apreciadas, la que combina pan con tomate y jamón serrano, y que supone un placer difícilmente superable.

Existen otras tapas muy sencillas que basan su éxito en la calidad de los ingredientes. Las tablas de embutido o algún pequeño bocado de ibérico dispuesto sobre una buena torta de pan recién tostado son alguno de esos ejemplos. Y es que en ocasiones es mejor que hablen por sí mismos los sabores naturales de los alimentos. Así que la próxima vez que pidas una tapa con tu vino piensa en algo sencillo e intenso.

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