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Nutrición

La relevancia de la industria cárnica porcina se sustenta en el hecho de que un 50% de la producción de carne de esta especie es transformada en innumerables presentaciones de preparados y productos cárnicos. El sector agroalimentario español, y especialmente el vinculado al porcino, está volcado en proyectos de investigación dirigidos a optimizar el diseño de derivados cárnicos con gran protagonismo en el contexto de una alimentación saludable.

Cabe destacar los esfuerzos por ofrecer al consumidor un variado surtido de embutidos con bajo contenido en grasa y sal, manteniendo propiedades sensoriales que les hagan altamente apetecibles. Esto hace posible que un consumo regular de carne de cerdo, embutidos y jamón contribuya a una nutrición sana y equilibrada como la mediterránea.

Dentro de la industria cárnica, su auténtico estandarte, el jamón curado, actualmente permite ultimar su proceso de maduración con menos del 50% de contenido de sal que antaño.
Ha de resaltarse, como singular cualidad nutricional de este alimento, su mayoritario componente monoinsaturado en la fracción grasa, así como sus niveles significativos de ácidos grasos Omega 3.

Los embutidos, por su parte, ancestral método de preservar la carne de los factores naturales de degradación, incrementan simultáneamente la palatabilidad y el poder nutritivo de aquella. Su evolución arroja gran variedad de alimentos altamente diversificados como consecuencia de los procesos de elaboración y la selección de materias primas. Su excelente encaje en la dieta diaria se justifica por un perfil sobresaliente en proteínas ricas en aminoácidos esenciales, vitaminas del grupo B, hierro y zinc.

La carne de cerdo lidera holgadamente, con un 55%, el mercado de la carne en España. Su amplia aceptación por todos los estratos sociales se debe a llamativas cualidades como su fácil digestibilidad, por el pobre contenido en colágeno, su superior palatabilidad respecto de otras carnes blancas y una extraordinaria capacidad emulgente que posibilita la textura característica de los productos elaborados.

Muchas veces una fabulosa pieza de carne se echa a perder por tener un grado de cocción inadecuado. Aquí vamos a recomendarte el tiempo de preparación para cocinar la carne roja en función de tus gustos manteniendo la textura y sabor.

La industria cárnica nos ofrece gran variedad de productos, uno de los preferidos por los enamorados de la carne es la carne roja, por ejemplo la ternera, que ofrece diferentes piezas como el solomillo, lomo alto, entrecote, etc. Existen tantos puntos ideales para hacer una buena carne como comensales vayan a degustarla. Cada persona es un mundo y tiene sus gustos en materia de alimentación. Pero sí que existen ciertas “normas” sobre cómo queda una carne y cuantos grados de cocción existen.

Los más aficionados a la carne seguramente la prefieran casi cruda o a la inglesa, con un interior sangrante y muy rojo, de consistencia blanda y una textura muy jugosa. Esta forma de prepararla es ideal, por ejemplo, para grandes chuletones, y suele ser muy apreciada por los gourmets de la carne. Este tipo de carne se prepara mejor a la parrilla o a la plancha y dependiendo del punto de crudeza preferido por el comensal la temperatura interior debe oscilar entre los 40 º y los 48º.
La carne estará poco hecha o sangrante cuando el interior esté rojo y con algunas gotas de sangre, aunque la superficie sea firme, el interior debe ser blando y mantener una temperatura entre 50° y 55º. Es un ligero cambio con respecto a lo anterior y suele ser el punto de preparación preferido por quienes son reacios a degustar la carne “cruda”.
El término medio o al punto presenta a la carne con un corte rosado en su parte central, una textura algo menos jugosa y una superficie firme y consistente. La temperatura interior entre 60º y 65º. Algunos consideran esta la forma más saludable de consumir la carne ya que se entiende que a partir de los 60º comienzan a destruirse los posibles microorganismos dañinos.

Ahora la elección depende de cada cual. Bon appétit.