MITOS Y ERRORES DE ALIMENTACIÓN (I)

Podemos empezar esta nueva entrada definiendo la palabra mito, según la Real Academia Española existen distintas definiciones incluidas, siendo una de ellas “persona o cosa a las que se atribuyen cualidades o excelencias que no tienen, o bien una realidad de la que carecen”.

La realidad es que la credibilidad del hombre en materia de alimentación es ilimitada y muchas creencias primitivas, errores y mitos persisten todavía en el S. XXI, a pesar de haber sido desautorizadas y desmentidas por el avance en el conocimiento científico de la nutrición. Pero llega un momento en que esos mitos se convierten en “errores” que condicionan los hábitos alimentarios de muchas personas y acaban influyendo negativamente en su salud.

En la entrada de hoy os descubrimos la verdad de 2 grandes mitos muy polémicos actualmente, aunque existen muchos más que ya veremos en otros post:

  1. Aceites vegetales y grasas animales

Para la población sana, se recomienda que la cantidad de energía procedente de la grasa no supere el 30-35% de la energía total consumida al día. Esta recomendación se mantiene para hombres, mujeres y niños, en función de las necesidades energéticas de cada uno. Todas las grasas contienen el mismo valor calórico, 9 kcal/g, por lo tanto son absurdas ciertas consideraciones que se realizan a veces afirmando que “el aceite de oliva engorda más” o que “el aceite de semillas se utiliza cuando estás a régimen”.

Otra cosa es el tipo de ácido graso que se consume. El grado de saturación de los lípidos o grasas en la dieta es muy importante a la hora de relacionarlo con la enfermedad cardiovascular y el cáncer. Aquí os indicamos el orden de frecuencia de consumo de los mismos (de mayor a menor):

  • Grasas monoinsaturadas: aceite de oliva, de colza, aceitunas, frutos secos (pistachos, almendras, avellanas, nueces, anacardos), cacahuetes, aguacates y sus aceites.
  • Grasas poliinsaturadas:
  • Omega-3: pescados azules (salmón, caballa, arenque, boquerón, trucha…), nueces, semillas de colza, semillas de soja, semillas de lino y sus aceites.
  • Omega-6: Semillas de girasol, germen de trigo, sésamo, nueces, soja, maíz y sus aceites, algunas margarinas (consultar etiquetas).
  • Grasas saturadas: mantequilla, queso, carne, productos cárnicos (salchichas, hamburguesas), leche y yogures enteros, tartas y masas, manteca, sebo de vaca, margarinas duras y grasas para pastelería, aceite de coco y aceite de palma.
  • Grasas trans: algunas grasas para fritura utilizadas en galletas, productos de pastelería, platos preparados congelados…

“Ni todas los aceites vegetales son saludables ni todas las grasas animales son nocivas”: ningún aceite vegetal contiene colesterol, aunque los denominados “tropicales” (coco, palma y palmiste) son ricos en ácidos grasos saturados (por lo que resultarán los menos aconsejables). Por otro lado, las grasas animales del pescado azul y ciertas piezas de cerdo contienen grasas insaturadas beneficiosas para la salud. En el etiquetado nutricional de los alimentos, y según  el Reglamento Europeo UE 1169 del 2011 sobre el Etiquetado de Alimentos e Información Alimentaria facilitada al Consumidor es obligatorio detallar el tipo de aceite, por ejemplo, si es de oliva, girasol o palma, con el fin de conocer la procedencia de dichos aceites vegetales.

  1. Suplementos y megadosis de vitaminas y minerales

Nos encontramos continuamente con diferentes reclamos publicitarios que nos incitan a consumir vitaminas con la finalidad de combatir las consecuencias de la “vida moderna”. La población actual siguiendo las pautas de una dieta equilibrada y variada es garantía de un aporte suficiente de energía y nutrientes en las diferentes etapas de la vida pero es cierto que existen algunas situaciones en las que ciertos nutrientes se han visto comprometidos y en las que habría que cuestionarse la suplementación en algunos nutrientes siendo estas las siguientes:

  • Restricción de algún grupo de alimentos
  • Exceso consumo de calorías vacías (consumo de alimentos ricos en grasa y azucares sencillos y pobre en alimentos con alta densidad de nutrientes)
  • Dietas especiales o condiciones fisiológicas o fisiopatológicas: gestación, lactancia deporte, diabetes, celiaquía, periodos postoperatorio, asistencia geriátrica o determinadas enfermedades crónicas
  • Interacción medicamento-alimento
  • Abuso de alcohol y tabaquismo

Pero siempre debe ser una opción individualizada, y bajo prescripción, consejo y monitorización de un profesional de la salud.

0 comentarios

Dejar un comentario

¿Quieres unirte a la conversación?
Siéntete libre de contribuir!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *


El periodo de verificación de reCAPTCHA ha caducado. Por favor, recarga la página.