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Con el cambio de estación llega el cambio en la alimentación. Y es que con la primera no sólo llegan las tardes de sol, también una amplia variedad de sabores, colores y aromas que encontrarás al mejor precio gracias a su amplia oferta.

Con la llegada del otoño te contábamos cuáles eran los alimentos propios de esa estación y las ventajas de consumir productos de temporada. En este post realizaremos un recorrido por los alimentos que no pueden faltar en tu cocina y que aportarán a tu dieta gran variedad de nutrientes y propiedades.

Sabores primaverales

Frutas: llena tu cocina de color y sabor con las fresas, nísperos, cerezas, arándanos y albaricoques. Con este abanico frutal, podrás preparar unos batidos y smothies de infarto, perfectos para refrescarte y cargar pilas para disfrutar la primavera como se merece.

Verduras: con el inicio de la primavera llegan las primeras remesas de habas, que, aunque son de menor tamaño te darán mucho juego y serán un gran aporte de fibra. Pero también, llega la temporada de los guisantes, perfectos para combinarlos con unos taquitos de jamón serrano Tello, o los espárragos trigueros, que envueltos en jamón ibérico de Cebo Tello son todo un manjar. Y no te olvides de las alcachofas, que durante esta temporada su carne se apreciará tierna y sabrosa.

Carnes y pescados: no solo las frutas y verduras tienen su temporada, también los productos de origen animal ya que cuentan con su propio ciclo biológico. Estos alimentos se caracterizan por tener más carne y de mejor calidad. Ten en cuenta que en nuestro país existen unas vedas de caza que marcan la temporada de productos como la liebre o el jabalí. Y si eres amante del cochinillo, aprovecha las primeras semanas de primavera para consumir las últimas piezas de este delicioso producto.

Esperamos que esta guía sobre los productos primaverales te ayuda a elegir que productos comprar y que suculentas recetas preparar.

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El jamón serrano, producto estrella de la gastronomía española, además de estar riquísimo contiene diferentes beneficios nutricionales. Es un alimento fácil de digerir, con un alto contenido en proteínas y una cantidad de lípidos equilibrada. Como no requiere ser cocinado antes de su consumo, el jamón serrano se convierte en un aliado de la alimentación saludable.

Gran parte de la grasa que posee el jamón está compuesta por ácidos grasos insaturados, similar a las propiedades del aceite de oliva y las nueces. Este tipo de grasa juega un papel muy importante en nuestro organismo pues aportan energía y tienen beneficiosos efectos cardiovasculares, lo cual facilita que el cuerpo produzca el denominado “colesterol bueno”.

El jamón serrano tiene un gran poder nutritivo. Es rico en proteínas de mayor calidad que las de origen vegetal, cuenta con una cantidad de lípidos equilibrada y un contenido calórico moderado. Contiene proteínas e hidratos de carbono que aportan energía. Por eso se constituye como un suplemento ideal para los deportistas en la consecución de masa muscular. Además, su fácil digestión debido a su reducido contenido en colágeno y su bajo contenido en carbohidratos lo convierte en un alimento adecuado para dietas hipocalóricas.

Parte del alto valor nutricional del jamón serrano se debe a las proteínas fácilmente asimilables y a su alto contenido en minerales como: hierro, zinc, calcio, fósforo, magnesio. Así mismo, tiene un alto contenido en vitaminas del complejo B (B1, B2 Y B6), fundamentales para el sistema nervioso, y vitamina D.

Recomendamos el consumo de este delicioso producto, siempre y como con todos los alimentos en cantidades adecuadas, que además de tener un sabor increíble cuenta con múltiples propiedades y beneficios nutricionales que lo hacen, si cabe, más irresistible.

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El verano es una época ideal para implantar hábitos dietéticos saludables que debemos mantener durante el resto del año. Con el calor apetecen comidas más ligeras, lo ideal sería hacer de 3 a 5 comidas diarias, evitando que estas sean muy copiosas, y siempre teniendo en cuenta el ejercicio y actividad física que realicemos.

También apetecen comidas frías, una excusa perfecta para incluir con más frecuencia diferentes ensaladas con las que empezar nuestras comidas, más allá de la lechuga y el tomate, ya que durante el verano tenemos una gran variedad de verduras de temporada que podemos incluir: Pepino, calabacín, calabaza, zanahoria o remolacha. También se pueden recurrir a ensaladas de legumbres, una buena alternativa a los guisos y cocidos que tan bien sientan en invierno.

Hablando del frío, uno de los errores más frecuentes que se cometen durante estos meses es recurrir con demasiada frecuencia a los helados, este alimento estrella del verano se puede sustituir por los polos de frutas (cortas un poco de sandía en forma de triángulo y le insertas un palo tipo polo antes de meterlo en el congelador), también puedes usar el mismo truco para un yogur, o recurrir a los populares smoothies caseros de frutas.

Como ya habréis notado, las frutas van a ser nuestro principal recurso saludable para estos meses, aunque también deberían serlo para todo el año. Durante esta época estamos de enhorabuena, hay una amplia variedad de frutas de temporada, que darán sabor y color a nuestras comidas. Las frutas de esta temporada son: Albaricoque, cereza, ciruela, frambuesa, higo, melocotón, melón, nectarina, sandía, pera y paraguaya. Y no te olvides, por favor, de esos pescados azules como el bonito, chicharro, caballa, sardina….están en su mejor momento, y también cuando apetece más compartirlos!

Debido a la incidencia de deshidratación en el verano, sobre todo en niño y ancianos, es muy importante recordar la importancia de mantener una buena hidratación. Bebiendo agua de forma frecuente, añadiendo un plato líquido, como el gazpacho, y consumiendo al menos tres raciones de fruta, mantendremos una buena hidratación.

Es precisamente en el agua donde mejor podremos sobrellevar las altas temperaturas, pero las jornadas en la piscina o en la playa pueden ser muy largas. Si está permitido, puedes llevarte un táper para la merienda o la media mañana, en el que añadir algo de fruta lavada, un huevo cocido o zanahoria cortada. ¡Y no olvides llevar contigo una botella de agua!

Esperamos que estas ideas te hayan servido, ¡Que pases un feliz verano gastronómico y saludable!

A la hora de hablar del gluten, nos encontramos con diferentes términos:

La Enfermedad Celiaca (EC) adoptó en el año 2012 la siguiente definición: “Desorden sistémico con base inmunológica causado por la ingesta de gluten en personas con predisposición genética”. Es una enfermedad causada por el sistema inmunitario, que ataca las células del propio organismo. En este caso, el sistema inmunitario se convierte en el agresor y ataca y destruye a los propios órganos y tejidos corporales sanos, en vez de protegerlos. Se estima que actualmente cerca del 1% de la población tiene enfermedad Celiaca, aunque el 83% de esta población está aún sin diagnosticar.

El gluten es una proteína que se encuentra combinada con el almidón, en la semilla de algunos cereales como el trigo, la cebada, el centeno, espelta, kamut©, triticale y la avena. Para diagnosticar esta enfermedad, existen tres métodos: análisis de anticuerpos en sangre, biopsia intestinal y estudio genético.

La alergia al trigo se produce por una reacción autoinmune a las proteínas del trigo. Cuando el organismo detecta como “extraña” una de esas proteínas, el sistema inmunitario reacciona y hace que los glóbulos blancos (linfocitos T), envíen anticuerpos (Inmunoglobulinas E) para atacar al trigo. Un alérgico al trigo debe evitar comer cualquier forma de trigo, pero no tiene problemas de tolerancia al gluten que procede de fuentes que no sean trigo.

Por último, el término sensibilidad al gluten no celiaca, no es una reacción de inmunoglobulinas E como la alergia al trigo ni es una reacción autoinmune como la EC. Para diagnosticar que una persona es sensible al gluten, debe haberse excluido previamente la EC y la alergia al trigo.

A continuación, se muestra una tabla resumen donde se diferencias los tres términos previamente explicados.

Fuente: Dr. Schär Institute

Una vez conocidas las distintas definiciones, y antes de eliminar el gluten de nuestra dieta, es necesario acudir al médico especialista para realizarse las pruebas necesarias donde se diagnostique o no la enfermedad. En el caso de que deba llevarse a cabo una dieta exenta en gluten, el dietista-nutricionista se encargará de elaborar una dieta personalizada al paciente, teniendo en cuenta los hábitos alimentarios de la persona, sus preferencias y aversiones, sus horarios de comida, realización de actividades, etc. En ningún caso deberá realizarse una dieta de este tipo si no se padece la enfermedad, como están poniendo en auge algunas actrices famosas. El gluten sólo es “tóxico” para el celiaco y eliminarlo de nuestra dieta no supone llevar un estilo de vida más saludable (sólo en el caso de ser celiaco).

La dieta a seguir debe estar basada en el modelo mediterráneo, con predominio de alimentos de origen vegetal y siempre eliminando de la misma productos con gluten:

  • Frutas
  • Verduras y hortalizas
  • Cereales
  • Legumbres
  • Aceite de oliva
  • Pescado
  • Consumo bajo de carne y productos cárnicos
  • Consumo moderado de lácteos

El aporte de fibra y nutrientes en la dieta sin gluten puede cubrirse con alimentos como arroz integral, mijo, sorgo, quinoa, trigo sarraceno, amaranto, etc.

Además, es muy importante consultar el etiquetado de los alimentos en el cual deben indicarse los alimentos que contienen gluten. Si no estás seguro, consulta con las asociaciones correspondientes y si fuera necesario, con el propio fabricante.

 

Referencias de consulta

Federación de Asociaciones de Celiacos de España (FACE)

www.celiacos.org

Asociación de celíacos y sensibles al gluten Comunidad de Madrid

www.celiacosmadrid.org

Sociedad Española de Enfermedad Celíaca (SEEC)

http://www.seec.es

Gluten Intolerance Group

https://www.gluten.org/

Dr. Schär Institute

http://www.drschaer-institute.com/es/bienvenido-1.html

 

 

 

Podemos empezar esta nueva entrada definiendo la palabra mito, según la Real Academia Española existen distintas definiciones incluidas, siendo una de ellas “persona o cosa a las que se atribuyen cualidades o excelencias que no tienen, o bien una realidad de la que carecen”.

La realidad es que la credibilidad del hombre en materia de alimentación es ilimitada y muchas creencias primitivas, errores y mitos persisten todavía en el S. XXI, a pesar de haber sido desautorizadas y desmentidas por el avance en el conocimiento científico de la nutrición. Pero llega un momento en que esos mitos se convierten en “errores” que condicionan los hábitos alimentarios de muchas personas y acaban influyendo negativamente en su salud.

En la entrada de hoy os descubrimos la verdad de 2 grandes mitos muy polémicos actualmente, aunque existen muchos más que ya veremos en otros post:

  1. Aceites vegetales y grasas animales

Para la población sana, se recomienda que la cantidad de energía procedente de la grasa no supere el 30-35% de la energía total consumida al día. Esta recomendación se mantiene para hombres, mujeres y niños, en función de las necesidades energéticas de cada uno. Todas las grasas contienen el mismo valor calórico, 9 kcal/g, por lo tanto son absurdas ciertas consideraciones que se realizan a veces afirmando que “el aceite de oliva engorda más” o que “el aceite de semillas se utiliza cuando estás a régimen”.

Otra cosa es el tipo de ácido graso que se consume. El grado de saturación de los lípidos o grasas en la dieta es muy importante a la hora de relacionarlo con la enfermedad cardiovascular y el cáncer. Aquí os indicamos el orden de frecuencia de consumo de los mismos (de mayor a menor):

  • Grasas monoinsaturadas: aceite de oliva, de colza, aceitunas, frutos secos (pistachos, almendras, avellanas, nueces, anacardos), cacahuetes, aguacates y sus aceites.
  • Grasas poliinsaturadas:
  • Omega-3: pescados azules (salmón, caballa, arenque, boquerón, trucha…), nueces, semillas de colza, semillas de soja, semillas de lino y sus aceites.
  • Omega-6: Semillas de girasol, germen de trigo, sésamo, nueces, soja, maíz y sus aceites, algunas margarinas (consultar etiquetas).
  • Grasas saturadas: mantequilla, queso, carne, productos cárnicos (salchichas, hamburguesas), leche y yogures enteros, tartas y masas, manteca, sebo de vaca, margarinas duras y grasas para pastelería, aceite de coco y aceite de palma.
  • Grasas trans: algunas grasas para fritura utilizadas en galletas, productos de pastelería, platos preparados congelados…

“Ni todas los aceites vegetales son saludables ni todas las grasas animales son nocivas”: ningún aceite vegetal contiene colesterol, aunque los denominados “tropicales” (coco, palma y palmiste) son ricos en ácidos grasos saturados (por lo que resultarán los menos aconsejables). Por otro lado, las grasas animales del pescado azul y ciertas piezas de cerdo contienen grasas insaturadas beneficiosas para la salud. En el etiquetado nutricional de los alimentos, y según  el Reglamento Europeo UE 1169 del 2011 sobre el Etiquetado de Alimentos e Información Alimentaria facilitada al Consumidor es obligatorio detallar el tipo de aceite, por ejemplo, si es de oliva, girasol o palma, con el fin de conocer la procedencia de dichos aceites vegetales.

  1. Suplementos y megadosis de vitaminas y minerales

Nos encontramos continuamente con diferentes reclamos publicitarios que nos incitan a consumir vitaminas con la finalidad de combatir las consecuencias de la “vida moderna”. La población actual siguiendo las pautas de una dieta equilibrada y variada es garantía de un aporte suficiente de energía y nutrientes en las diferentes etapas de la vida pero es cierto que existen algunas situaciones en las que ciertos nutrientes se han visto comprometidos y en las que habría que cuestionarse la suplementación en algunos nutrientes siendo estas las siguientes:

  • Restricción de algún grupo de alimentos
  • Exceso consumo de calorías vacías (consumo de alimentos ricos en grasa y azucares sencillos y pobre en alimentos con alta densidad de nutrientes)
  • Dietas especiales o condiciones fisiológicas o fisiopatológicas: gestación, lactancia deporte, diabetes, celiaquía, periodos postoperatorio, asistencia geriátrica o determinadas enfermedades crónicas
  • Interacción medicamento-alimento
  • Abuso de alcohol y tabaquismo

Pero siempre debe ser una opción individualizada, y bajo prescripción, consejo y monitorización de un profesional de la salud.

Las dietas mágicas más demandadas son las dietas de adelgazamiento. Éstas, olvidando los principios básicos que debe tener una buena dieta para perder peso (aportar menos energía que la necesaria suministrando la cantidad recomendada de nutrientes y siendo apetecible para el paciente, junto con una adecuada actividad física), se caracterizan porque intentan justificar su eficacia con fundamentos diferentes a la deficitaria ingesta calórica, siendo ésta última la principal razón de la pérdida de peso.

Igualmente, dado que no aportan las proporciones recomendadas de nutrientes, a menudo tienen consecuencias negativas a largo plazo. El “efecto rebote” o “efecto yo-yo” es también muy frecuente en estas dietas, y consiste en recuperar rápidamente el peso perdido al abandonar la dieta.

Además de lo mencionado, es importante subrayar que cualquier buena dieta de adelgazamiento debe enseñar hábitos de alimentación saludables, cosa que tampoco logran las dietas mágicas.

Existen dietas mágicas de adelgazamiento de todo tipo. La forma más común de clasificarlas es según la razón a la que atribuyen su éxito, según la cual encontramos los siguientes subgrupos.

Dietas hipocalóricas desequilibradas

Son dietas con un aporte de energía muy bajo, y que además, son nutricionalmente desequilibradas. Entre ellas encontramos la dieta de los días alternos, la dieta détox, la dieta de la Clínica Mayo, la dieta Gourmet, la Cura Waerland o la dieta Cero o ayuno terapéutico, entre otras.

Dietas disociativas

Estas dietas clasifican los alimentos según su contenido en macronutrientes y no permiten combinaciones entre estos dentro de la misma comida. Así, aunque no se limita la ingesta calórica, acaban siendo dietas deficitarias en energía. Dentro de este grupo, las más conocidas son la dieta disociada de Hay, la dieta de Montignac, la antidieta o la dieta de Rafaella Carra.

Dietas excluyentes

Son las que suprimen la ingesta de algún nutriente. https://www.viagrapascherfr.com/viagra-contre-indications/ En dietas como la de Atkins, la Dukan o la de South Beach, por ejemplo, se eliminan los hidratos de carbono, consiguiendo una dieta cetogénica. Otras como la dieta del Dr. Haas o la de Ornish son ricas en carbohidratos, pero deficitarias en proteínas y grasa. El régimen de Scardale o la dieta de Hollywood, entre otras, son ricas en proteínas y no contienen hidratos de carbono ni grasa. Finalmente dentro de este grupo también se encuentra la dieta paleolítica, que consiste en ser una dieta rica en verduras, frutas, alimentos de origen animal y pobre en azúcares y granos procesados.

Dietas psicológicas

Utilizan tácticas psicológicas para conseguir la reducción de peso. Las más representativas son la dieta de los Weight watchers, la dieta mental o la psicodieta.

Otras

En este grupo se incluyen todas las dietas que, si bien no encajan con los criterios que definen a las anteriores, también prometen bajar de peso sin ningún fundamento científico. Entre ellas encontramos las monodietas (consisten en consumir un solo tipo alimento), las dietas líquidas (consumo exclusivo de bebidas) o las “dietas sin fundamento” (son aquellas sin ninguna base racional). Otra dieta sin ningún fundamento científico es la dieta de la sonda, que consiste en una solución salina a través de una sonda nasogástrica.

Dado que todas estas dietas están al alcance de gran parte de la población (se encuentran en internet, en folletos publicitarios, revistas…), su creciente atractivo puede suponer un importante problema de salud pública. Por eso, hay que tener una actitud crítica y desconfiar de toda dieta que encaje en las características citadas.

Asimismo, antes de decidir modificar nuestros hábitos alimentarios, merece la pena acudir a un dietista-nutricionista que pueda diseñarnos una dieta saludable adecuada a nuestros gustos y características individuales.

Referencias bibliográficas

  1. Fundación Española de la Nutrición. Dietas mágicas y su “efecto yo-yo”. [citado 10 de febrero de 2017]. Disponible en: http://www.fen.org.es/blog/?p=317
  2. Varela Mosquera G, Núñez Martín C, Moreiras Tuny O, Grande Covián F. Dietas y productos milagro. Madrid: Gráficas Jomagar S.L.; 2009